Fueron sus padres Don Manuel Matienzo Mollinedo, oriundo del pueblo de Ramales, en la Provincia de española de Santander. Al llegar a P.R. se radica en el poblado de la Ceiba. Allí conoció a la joven criolla María de la Cruz Cintrón Márquez y fue su esposa.
Rosendo, fue bautizado el 15 de julio de 1855. Su hermana Josefina Matienzo Cintrón fue su madre de crianza ya que su madre biológica había muerto cuando él apenas tenía cuatro años de edad. Cuando Josefina se casó fueron a vivir con ella su padre don Manuel y su hermano Rosendo, a la hacienda “San José”, propiedad del esposo de Josefina y esta propiedad radicaba en el barrio de Mata de Plátano, cerca del pueblo de Luquillo. El esposo de Josefina, Juan, enfermo de tuberculosis se va hacia Cartagena, para recibir tratamiento y muere a los veintinueve años de edad, quedando Josefina viuda a los 19 años de edad.
En esta finca pasó Rosendo, los mejores tiempos de su vida, ya que jugaba con los perros, acompañaba a los peones que hacían el servicio de la casa y por las noches en la cocina escuchaba los cuentos de que hacían las negras criadas de la casa cargados de superstición, terroríficos aventuras de brujas y duendes. Todo esto llenaba de alegría a Rosendo quien hasta entonces había vivido sujeto al receloso cuidado de su padre. En esta niñez aprendió a amar la naturaleza que por todas partes le rodeaba.
Al ingresar a la escuela de Luquillo, fue para él un disgusto porque en el antiguo sistema de enseñanza se usaba el lema: “la letra con sangre entra” – pero para él resultaba “unas pocas horas de prisión y tortura”, pero al llegar a su casa podía seguir disfrutando de sus juegos. Le producía repulsión la escuela, pero no su maestro. Rosendo aprovechaba la ausencia de su padre en viaje de negocios para sonsacar a algunos de los negritos para que lo fueran a buscar a la escuela e irse a “visitar los nidos de las palomas y dar buena cuenta de los huevos frescos”.
Estas travesuras le molestaban a su padre quien quería encausarlo por buen camino y a los ocho años su padre lo llevó a la Capital para que los Padre Jesuitas, se encargaran de la educación de Rosendo. Estuvo allí tres años (1836-1866). Los Padres Jesuitas se quejaban de su “inobediencia y rebeldía”. Como consecuencia su padre y su hermana y madre de crianza le escribieron cartas por separado a Rosendo, para que volviera a ser el “niño obediente dócil” que era con los mayores y profesores y que se aplicara en el estudio. Rosendo sufre varias pérdidas de sus seres más queridos en muy poco tiempo, dejando profundas heridas que lo hacen madurar a temprana edad a pesar de querer tener espacio para sus deseos de libertad y que entre el deber y su libre pensamiento, lo llevan a cuestionarse a sí mismo sus sentimientos donde debe esforzarse a concluir sus estudios y o lo que le causaba felicidad, de compartir sus ideas filosóficas con sus grupos y que le robaban el tiempo y que reflejó en su Diario sus propios cuestionamientos de sus ideas.
Concluidos sus estudios continua sus luchas internas sobre si lo que estudió era verdaderamente lo que él quería y o lo que le motivan que eran sus deseos del mejoramiento de su país, lo que lo hace retornar y poderse involucrar en la vida activa.
De esa inquietud de espíritu que Matienzo tenía le sirvieron de norte en su existencia. Hoy le recordamos en sus ciento dos (102) años de su partida a la vida de los espíritus, este día que recordamos su natalicio queremos que para las nuevas generaciones donde ya se han perdido con el tiempo el reconocer esta figura, a la que no se le dedicó un día en el calendario de festividades de los ilustres de Puerto Rico y ahora que se han seguido eliminado a los ilustres de la patria, de los que tampoco ya recuerdan ni saben porque disfrutan un día dedicado para ellos.
Hacemos un repaso a través de la obra del Dr. Luis M. Díaz Soler, sobre la magnífica biografía que este hiciera de este ilustre ser humano, (dos tomos) en el que detalla sus trayectoria, sus vivencias, alegrías, sus grandes pérdidas familiares, sus frustraciones, los retos que le formaron el carácter y su temple, para que haya llegado a ser la figura de honor y ejemplo de lo que es ser un hombre de bien y buen ser humano como lo fue en todas sus facetas. En honor al magnifico trabajo realizado por del Dr. Díaz Soler, sobre Rosendo Sotero Matienzo Cintrón, queremos citar algunas palabras sobre él, de la introducción de su obra con que describe éste distinguido historiador a Matienzo:
“Rosendo Matienzo Cintrón fue, no sólo una de las inteligencias más poderosas que ha producido nuestra isla, sino una de las que han dado mayor testimonio de su fortaleza. Fue un orador de extraordinario relieve y un genial propagador de ideas; cuando se dirigía desde la tribuna a su pueblo, subrayaba su cálida frase con el ademán del que lanzaba un puñado de trigo a los surcos. Su palabra contenía la nota irónica, el apóstrofe violento, el rasgo patético que conmovía a los corazones, el humorismo espontáneo y culto, la profundidad de conceptos que abisma y mueve a pensar. Era imaginativo y tierno, sencillo y fulgurante, meditativo y combatiente; era como quería, cuando quería. Y era inimitable, porque sus modalidades eran propias. En la tribuna, en el palenque legislativo, en la cátedra, brilló siempre con igual destello; en su tiempo, ninguna voz puertorriqueña resonó con más altas vibraciones que la suya”
Preocupado por todos los problemas que aquejaban al hombre y a su tierra, dejó en cada uno de ellos un algo de su yo. Filósofo, pasó por la vida proclamando la virtud de la verdad y la inmortalidad del alma; filántropo idealista, luchó por la abolición de la pena de muerte y predicó la unión de todos los hombres; sin ser economista, se identificó con el problema agrario, impulsó la idea cooperativista e inculcó con el la necesidad del ahorro individual y colectivo; como sociólogo, se sintió hondamente preocupado por el desenvolvimiento de la clase obrera, previó la inevitable industrialización del país y del éxodo de nuestra población trabajadora...
Rosendo Matienzo Cintrón Orientador y Guardián de una Cultura,
Tomo I, Luis M. Díaz Soler (1960)
Su poder de oratoria nunca lo utilizó para manipular las ideas o confundir, vivió bajos sus propios códigos de ética moral que aprendió de la doctrina que amaba, el espiritismo y la masonería, por lo que hizo practica de ello, cuando muchas veces repetía:
“Escribir para el público es adoctrinar a sus conciudadanos una veces, corregirlos otras reprenderlos severamente si el caso llega de hacerse necesaria una reprensión enérgica… El que quiera adoctrinar ha se saber, el que quiera corregir ha de procurar hacerlo más con el ejemplo que con la palabra y debe preceder en él la extirpación de los vicios que quiere corregir en los demás…
Cuando… poseemos una verdad, no debemos ser avaros de ella; hemos de decirla a los que la desconocen. Cuando reconocemos un vicio, cuando vemos olvidada y vilipendiada la virtud y ofuscadas las conciencias, debemos clamar muy alto para que se cumpla la ley sagrada del deber; pero es preciso que nuestros actos justifiquen y den autoridad a nuestras palabras…”Esos son los pensamientos de Rosendo Matienzo Cintrón, quien dio ejemplo de ello en su vida, aunque pocos hoy lo conocen, en su época fueron muchos quienes le reconocieron, entre ellos fue por Sócrates Nolasco, Escritores de Puerto Rico (Cuba, 1953) según cita Díaz Soler (1960) que “Nemesio R. Canales y Luis Muñoz Rivera, eran los dos hombres más inteligentes que tenía PR, “desde que murió Matienzo”. Asegura que, de haber dejado una obra escrita, hubiese formado, junto “con Hostos y Baldorioty, la trilogía de pensadores autóctonos.
Desde que conoció el espiritismo, sembró en su espíritu una conciencia de la búsqueda de la perfección moral que le llevaron a dar lo mejor de sí, la difundió a pesar de las críticas y burlas que no dejaron que él se apartara de educar a través de su verbo y su oratoria. Díaz Soler, le atribuye como el “primer intelectual puertorriqueño que se atreve a predicar la doctrina espiritista en plazas públicas y teatros”, tanto fue así que llegó a estar preso.
Sus prioridad era su vida familiar, educar y promover sus ideales filosóficos morales y la incansable búsqueda de unir sus conciudadanos, de velar por los más indefensos de las clases sociales del país, buscando alternativas que lograron y que hoy son testigos de su obra, las clases obreras, las cooperativas, la lucha por la abolición de la pena de muerte y otros tantos logros que aunque hayan olvidado al autor, su legado está presente. Porque fue un hombre humilde de corazón que dio importancia a lo verdadero y no a lo fútil material consciente de que el espíritu trasciende y lo material se desvanece. La sinceridad fue su arma y su escudo; su figura encarna la incorruptibilidad y el civismo.
“Los cambios políticos de Matienzo, que fueron muchas veces criticados, no se debieron a inconsecuencias o a errores; era producto de su exuberancia de vida espiritual, eran vibraciones de aquella poderosa intuitiva energía que yacía en lo profundo de su “yo” psíquico, muy acertado expresa Díaz Soler. La fuerza rectora de sus decisiones eran la prioridad, buscar siempre la unión de los puertorriqueños por encima del orgullo y asegurar la estabilidad del país aunque tuvo que doblegar sus ideas que no fueron entendidas, le guiaba la razón, más que el orgullo propio, digno de un libre pensador que puede rectificar sus decisiones, para escoger aquellas que mejor entendía eran para su país.
Cuando vio que no podía alcanzar sus sueños, se retiró deponiendo las armas de la pluma y la palabra que tenía como guerrero, sin imponerse respetando a la mayoría y dejando hacer que el tiempo fuera el testigo.
Dio el cambio de vida, rodeado de gente querida para él, sencilla y sincera que siempre le valoró, tuvo el amor de familia y amigos fieles y recibiendo la brisa cálida del mar que impulsaron a su espíritu a seguir su marcha hacia nuevos horizontes; sin gloria material ni riqueza, consciente que el hombre de éxito no está en sus posesiones, sino en sus logros, que llevó consigo una vida fructífera de actos llenos de amor y civismo.
Son muchas las enseñanzas que la vida de Matienzo nos ha legado, y si no están contenidas en un libro escrito por él, si están sus escritos que aún perduran por los recopiladores de su obra y el buen cuido que su familia preservó para nosotros como una herencia cultural y moral que no debemos dejar perder con el tiempo, sino rescatar para que las generaciones que se levantan tenga un ejemplo y modelo de incorruptibilidad, tesón y amor a la patria, los valores y la familia.
¡Siempre le recordaremos!
María M Ruiz- Directora
Colabroración de la Dra. Carme Ana O´Neill, Centro Espirtista Cultura Moral ,- 22 abril 2015, Manatí, PR
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